Foto: David Larrosa, 10 años

martes, 30 de diciembre de 2014

Últimas lecturas


Antes de que termine 2014 quiero recomendar a quien se pase por este blog tres libros que guardo en mi estantería, bien alineados con otros en cuyos lomos una sinuosa “T” sugiere un largo trecho de lecturas talenturosas. Son mis tres últimas adquisiciones de la editorial Talentura:


DE LO QUE QUISE SIN QUERER. Miguelángel Flores

Imposible ser imparcial con Miguelángel, amigo con duende, internauta admirado desde las primeras Eternidades y pegos. Su libro cierra una trayectoria relativamente rápida, que se funde con la eclosión de Miguelángel como autor teatral, director y actor, de la que todos nos alegramos.

  De lo que quise sin querer atrapa por su lenguaje cercano y saleroso, escenarios que son los de nuestra infancia -como la cocina o el terrado- y por sus personajes-tipo, salidos de una familia española cualquiera. Es fácil identificarse con ellos, y poco común que la brevedad del microrrelato dé galerías de personajes como ésta. Pero no hay que dejarse engatusar: debajo de esta apariencia entrañable hay un amplio espacio donde laten la nostalgia, la paradoja, el amor, la compasión o la denuncia. Los micros de Miguelángel son como él, afables, divertidos, próximos, pero no inocentes. No ingenuos. Por eso me gusta De lo que quise sin querer, porque su humor o su reflexión nunca es banal.



PARECE QUE CICATRIZA. Miguel Sanfeliu

   Autor de tres libros de relatos (Anónimos, Traspiés 2009; Los pequeños placeres, Paréntesis 2011 y Gente que nunca existió, E.d.a. libros 2012), Miguel Sanfeliu adopta en su primera novela un tono desenfadado, casi de sorna, para presentar un gran proyecto: ser escritor. El protagonista, Roberto Ponce, narra en primera persona unas metas -¿o son sólo sueños?- que intentará alcanzar en el plazo de un año. En la segunda parte, escrita en tercera persona y a 25 años de distancia, el éxito de uno de sus antiguos compañeros de bohemia enfrentará a Ponce a un presente paralizante y al anhelo de las oportunidades perdidas.
    Escrita en un lenguaje ágil, fresco y directo, Parece que cicatriza es una reflexión sobre la dificultad y el esfuerzo que cualquier creador conoce y reconoce, una ficción realista sobre esa “herida que permanece abierta, sangrando, y aunque llega un momento que parece que cicatriza, se trata tan solo de una ilusión, nunca se cierra”, porque “quien está herido de literatura nunca llega a curarse”.
    Sin pudor ni artificio, y con liviana gravedad.



DONDE NUNCA PASA NADA. Elena Casero


   Autora muy querida por este blog, Elena es una corredora de fondo: Tango sin memoria (1996, 2012), Demasiado tarde (Mira 2004), Tribulaciones de un sicario (Policarbonatados 2009), Discordancias (Talentura, 2011) y Tango sin memoria (Talentura 2012) preceden a la novela negra que nos ocupa. Donde nunca pasa nada cuenta lo mucho que pasa cuando un pueblo dormido desata sus pasiones ante la instalación de un puticlub de carretera. Un despertar que no sólo se traducirá en actitudes a favor y en contra del nuevo local, sino también en algunas muertes con apariencia de asesinato.
   La anécdota sirve para describir con humor amores y odios ancestrales en una aldea rural poblada por personajes deliciosamente esperpénticos. Caricaturas que no dejan de señalar los defectos más enquistados del ser humano, ni de protagonizar un vaivén entretenido, hábil e intrigante para el lector. Todo ello aderezado con el inimitable sello del humor de Elena Casero.



En fin, tres buenas sugerencias para pedirles a los tres Reyes Magos, pienso.
¡Feliz 2015!

martes, 23 de diciembre de 2014

En "Cuentos para el andén"

     ¡Feliz como una perdiz porque la revista Cuentos para el andén nº 33 me incluye en sus páginas! Y muy bien acompañada, además...


 
¡Muchas gracias, Grupo Andén!

martes, 2 de diciembre de 2014

Reseña de "El viento en tu cara"



Félix Terrones. La constancia del viento
EL VIENTO EN TU CARA. Nazarí, 2014


Félix Terrones es un joven escritor (Lima, 1980) que ha publicado dos novelas, A media luz, 2003 y El silencio de la memoria, 2008, y un libro de cuentos, Cenizas y ciudades, 2014, y que en su cuarto libro se adentra en el terreno del microrrelato. El viento en tu cara es una etapa más en la trayectoria de una expedición narrativa, una búsqueda formal.



No es fácil encontrar autores que emprendan un camino de aprendizaje en un momento en que predomina el afán por llegar cuanto antes a una meta con una calidad literaria meramente digna. Y por supuesto son extraordinariamente escasos los autores de gran ambición. No parece que Terrones se encuentre en ninguno de los dos polos: el conformismo o la desmesura. El viento en tu cara es una obra equilibrada y coherente tanto en su estilo como en su arquitectura.

El libro reúne 84 piezas breves que se organizan en tres partes: “Criaturitas angelicales”, “Ellos y ellas” y “Periferias del silencio”. Una conjunción desigual (21-38-25) que obedece a tres núcleos temáticos, pero que por encima de todo conforma una propuesta: la búsqueda de un significado para la realidad, que se muestra desde múltiples ángulos.



No por casualidad, el primer relato establece los parámetros dentro de los cuales va a desarrollarse el libro. Metaliterario, borgiano, “Una vocación” anuncia un Terrones culto, sutil, hábil con la elipsis, diestro en la sugerencia. De un modo indirectamente biográfico (el escritor de cuentos retado por el escritor de cuentos), “Una vocación” marca la consciencia literaria de todo el volumen.

Nada es fortuito en El viento en tu cara. De todos los microrrelatos, apenas cuatro utilizan la tercera persona. Esa voz personal y directa que nos habla, a veces desde el yo y a veces desde el nosotros, responde a una deliberada expresión de la subjetividad. Es el yo quien se cuestiona el mundo; distintos yos los que muestran su sorpresa, perplejidad y vértigo. Minuciosamente encadenados, los relatos de la primera parte hablan desde un gran sentido de pérdida de la infancia, de la inocencia o del pueblo de origen, y utilizan juegos de proporciones y desproporciones para situarnos frente al vertiginoso paso del tiempo y la desaparición de las referencias. Imposible no sentir la presencia de lo biográfico conociendo el itinerario vital de este profesor de la Universidad de Tours.

En la segunda parte, en cambio, la temática se desplaza más hacia el anhelo y lo inalcanzado, y cobra mayor relevancia el viaje. En todo momento, la ansiedad por lo que ya no existe o no se puede encontrar se expresa a través de amplios arcos temporales que engloban un amplio periodo de la vida del personaje. Un efecto magistral para las leyes del microrrelato, conseguido mediante un tratamiento quirúrgico del tiempo narrativo en la primera parte, y mediante literarias “rutas” trazadas por papeles, casualidades, llamadas o, acaso, encuentros furtivos en la segunda.

Levemente académico es el tercer bloque. De “Justicia poética” en adelante existe una reflexión sobre el arte de escribir, pero Terrones no cae nunca en un estilo envarado, autocrítico. Si bien hay cierto sabor borgiano en su sintaxis y en la adjetivación, a menudo trimembre y muy bien calibrada, el autor cumple con el “escribir como quien respira” cortazariano, alcanza la naturalidad en el ritmo y la riqueza de las frases, lo que seduce fácilmente al lector.

Como ha dicho en una de sus entrevistas, Félix Terrones cree que el escritor debe tener “mucha humildad para renunciar a la escritura genial. Los escritores geniales son un puñado, el resto es gente común pero con la sensibilidad suficiente para encontrar una forma literaria personal, única”. Él es extraordinariamente coherente con esta visión. Su voz no se esmera en el virtuosismo, la exhibición o la retórica, pero se expresa con flexibilidad y riqueza, musicalidad, precisión y énfasis. Textos tan potentes como “En un país desconocido”, “La velocidad de la luz”, “El viaje infinito”, “Malentendidos”, “Una leyenda antigua”, “Duelo”, “El placer de viajar” o “La moneda” no pueden dejar indiferente a nadie.

Decididamente, un raro caso de apuesta consciente por la literatura como corredor de fondo. Alguien que nos hace esperar, con expectación, a su próximo libro.



                                                                       Susana Camps Perarnau


 Esta reseña ha aparecido en el número 372 de la revista Quimera (octubre 2014).