Foto: David Larrosa, 10 años

martes, 26 de junio de 2012

MICROHERIDAS




Eugenia se mira al espejo, levanta el brazo izquierdo y enarbola la cuchilla de afeitar. La axila, enjabonada y temblorosa, espera la ejecución. Un segundo, dos, y por fin decide Eugenia: Decapito a contrapelo capilares.
¡Guillotina a discreción! Docenas de microcortes siembran de terror el campo de batalla. La sangre corre a invisibles raudales por la cuenca de la axila. Los pelos muertos descienden lentamente por ríos de espuma, microEbro fúnebre tras desigual combate. 
            Eugenia enjuaga ahora la axila. La seca primorosamente con la toalla como si acunara a un bebé. Procede igual con el otro brazo, amorosa; canturrea de satisfacción.
Esta noche sale y tiene que estar perfecta. Levanta de nuevo el codo y se rocía con el aerosol. La alegría bloqueó la alerta: recuerda tarde el escozor que producen las heridas, y ¡uháaa!, grita con ellas. Las microbocas se desgañitan cual múltiple Grito de Munch y tragan abiertas de par en par, dolidas, el aluminio del aerosol: maná del desierto que accede al torrente sanguíneo con rara voracidad.
Se desliza tóxicamente por las venas, se interna por vasos y capilares.
Cada partícula anida en una célula. Le habla de un nuevo mundo, de la posibilidad de cambiar su destino. Su sonrisa mutante susurra algo sobre el poder y la gloria. 


Dedicado a todas las mujeres, en prevención de la toxicidad cancerígena de algunos productos.

martes, 19 de junio de 2012

LOBO DE MAR (o teoría de Piglia)




  En la voluta de humo de la pipa del capitán el grumete descubre el espejismo de una sirena. Cuando se abalanza sobre la imagen la pipa salta por los aires, y él caza el humo entre las manos. El capitán masculla un juramento y el muchacho abre asustado la prisión de sus dedos para mostrarle la sirena, del tamaño de un pececillo, que aletea desesperadamente en su palma.
   -¡Tira enseguida esa morralla! -brama el capitán, con insólito pavor.
   En el fondo del calabozo donde purga su vida de pirata, hoy pasa las horas muertas tratando de rescatar el recuerdo de aquel rostro de humana belleza que, segundos antes de ser devuelto al mar, le evocara el único amor que alumbró sus sueños de muchacho.


Este texto participó en el concurso de mayo de la Microbiblioteca, sin suerte.

viernes, 15 de junio de 2012

Entrevista colectiva

     Hoy tenemos un Viernes un poco distinto, fruto de la colaboración de unos cuantos amigos y conocedores de la obra de Jesus Esnaola. No están todos los que son; es culpa mía por hacer las cosas precipitadamente. Os pido disculpas e invito a participar durante el fin de semana a quien tenga algún comentario al respecto. Seguro que Jesus nos regala alguna respuesta adicional.
     El texto es largo pero ¿quién le va a poner puertas a mi campo? ¡Aquí mando yo, jaja...!      
     Disfrutadlo.



PABLO GONZ: Jesus, he sabido por fuentes generalmente bien informadas que trabajas como vigilante nocturno. Mi pregunta es: ¿escribes mientras trabajas o vigilas mientras escribes? 
-Hola Pablo. Una puntualización: soy vigilante pero no nocturno. Hace casi cuatro años que no trabajo de noche más que de forma puntual. Trabajo en un depósito (de coches) lo que vuelve a restar leyenda a mi trabajo. Sería mucho más interesante ser vigilante nocturno de un depósito de cadáveres pero no, no te mentiré. En cuanto a escribir en el trabajo, lo cierto es que no puedo hacerlo. Sí ha habido alguna ocasión en que la necesidad, el miedo a perder una forma que tengo en la cabeza, me ha llevado a escribir en el trabajo, pero como en cualquier otro sitio. En el trabajo me concentro en lo que toca.
XIMENS: ¿Cómo llevas eso de ejercer dos profesiones tan mal vistas e inseguras: Segurata y Escritor?
-Bueno, Ximens, en realidad yo solo tengo una profesión: vigilante de seguridad. Y lo llevo muy bien. No creo que haya profesiones menos dignas que otras. Lo que hay es formas indignas de realizar tu trabajo, sea cual sea este (no tienes más que leer el periódico cada mañana). En este sentido, hago mi trabajo lo mejor que sé y, está mal que yo lo diga, creo que lo hago muy bien. Puedo decir con orgullo, y muchos de mis compañeros podrían decir lo mismo, que en siete años de profesión solo he sacado la defensa para guardarla en la taquilla. La escritura es una pasión que nunca me dará un euro y está bien que así sea; escribo para mí y con la ilusión de que alguien me lea, lo demás es accesorio.
De todas las lluvias de esos años, ¿en cuál te has mojado más?
-Ya me perdonarás, pero no entiendo bien la pregunta. ¿En qué lluvia me he mojado más? Hace casi diez años dejé todo lo que conocí en Donosti y me vine a Barcelona por amor. Una apuesta fuerte en la que acerté de pleno. Pero no estoy seguro de haberte contestado.
Dame un motivo para no comprar el libro y otro para hacerlo.
-Y tu última pregunta tiene una respuesta muy sencilla: por gracia o desgracia, no soy vendedor. Me da mucha vergüenza afirmar que mi libro te va a aportar algo, o te va a divertir, o te va a hacer disfrutar de cualquier modo. Tengo la esperanza de que así sea pero confieso que no se me ocurre una sola razón para invitarte a comprarlo. Para no comprarlo es más fácil aún: buena parte de los microrrelatos que hay en el libro están en el blog. No todos porque algunos los borré, y me arrepentí de eso, pero está hecho y no tiene arreglo.
LOLA SANABRIA¿Tu libro es para leerlo al amor de la lumbre, con las gotas de lluvia escurriendo en el alero de la casa, o ese título con olor a nostalgia, a morriña, es para despistar? 
-Has tenido buen ojo, Lola. El título es más íntimo de lo que debería y posiblemente es difícil que alguien pueda interpretarlo correctamente, aunque veo que tú te has aproximado mucho. En el microrrelato “El goteo de los años de lluvia” hablo de un hombre que es descriogenizado para devolverlo a la vida y me pareció que era una buena metáfora de lo que me estaba ocurriendo, tanto desde un punto de vista personal como literario. Tras un tiempo de congelación he vuelto a la vida. Hay mucho de nostalgia y de morriña, y de ilusión también, en este título. Pero no creo que sea un libro en el que predomine la nostalgia aunque sí que haya cierta melancolía en muchos de su microrrelatos. Esa es una característica personal mía.
MANU ESPADA: Hola Jesus, ¿cuáles son las mejores escenas de lluvia en la ficción según tu opinión? ¿El gremlim que se mojaba con el agua después de la media noche?
-Aunque suenen a tópico, Manu, me vienen a la cabeza la escena de Rutger Hauer y Harrison Ford en Blade Runner y la escena final de Sin Perdón. Son dos escenas llenas de fatalismo, de derrota al fin y al cabo, pero rodeadas de belleza, una belleza que, al final, justifica todo por ese temblor estético que nos provoca. Posíblemente la belleza y el amor sean los dos modificadores que hacen que todo sea tolerable cuando no deseable en esta vida.
AGUS: ¿Los micros de tu libro están dispuestos de forma lineal o la lectura puede o debe hacerse de una manera libre, arbitraria?
-Agus, dentro de mi inexperiencia, he intentado organizar el libro con un criterio de variedad temática y formal que favoreciera la lectura de corrido, empezar por el primero y terminar por el último. Incluso que pudiera hacerse de una sentada sin sufrir horribles efectos secundarios. Pero, como siempre, una vez publicado, el libro ya no es mío, es del lector y me parece tan válida como mi propuesta cualquier otra ordenación que se desee. Casi podríamos decir que el orden propuesto es como un protector de estómago, un antídoto al empacho, que cada cual es muy libre de ignorar.
ELYSA BRIOA:  Desde el momento que escribes tu texto hasta que ya decides que sea incluido en el libro ¿qué proceso has seguido, que te ayuda a tomar la decisión de que ya está listo para ser leído por otros?
-Hola Elysa. Al principio la publicación era muy rápida, casi instantánea. Pero no se producía por un convencimiento de que lo que se tenía entre manos era perfecto sino por la necesidad de un feedback con el lector. La respuesta a tu pregunta está muy condicionada por el mantenimiento de un blog de creación, por una disciplina de publicación periódica. En este libro, cuyos microrrelatos han sido todos publicados en el blog, ha tenido un peso importante la información que me ha llegado a través de los lectores. Correcciones propuestas, en público o en privado, reacciones entre un público especializado en la lectura de microrrelato, muy acostumbrado a sus trampas y a sus técnicas, un público (en definitiva) al que no es fácil darle gato por liebre. Curiosamente, la misma razón hace que en este momento publique poca creación en el blog. Creo que estoy en un momento en el que la búsqueda de mi propia voz ha de ser algo más íntimo y personal y, en cierto sentido, más arriesgado.
MIGUELÁNGEL FLORES:  ¿Cuáles son tus impresiones sobre el hecho de que se haya puesto tan "rabiosamente de moda" algo que tú llevas tanto tiempo haciendo?
-Miguelángel me parece fantástico el auge que internet y el formato blog han dado al microrrelato. En realidad yo mismo he salido muy favorecido de este auge, aunque es verdad que escribo microrrelatos desde hace muchos años sin ninguna conciencia de estar haciéndolo. Es cierto que en ocasiones he sido crítico con la complacencia y la falta de espíritu crítico que hay en la red pero no es más que la expresión de un punto de vista con más o menos vehemencia. Que exista una plataforma que permita que cada uno pueda dar rienda suelta a su creatividad, a comunicarse con los demás, etc. sólo puede ser bueno. Además, entre los escritores de microrrelato se ha creado una comunidad que desde el punto de vista humano es sensacional.
Y algo que me intriga. ¿Como sueles inspirarte, o cómo surgen tus historias de entrada, en primera o en tercera persona? ¿Sueles cambiarlas una vez ideadas?
-En cuanto a la inspiración, no es fácil de explicar. En mi caso, al menos, creo que lo que he aprendido los últimos años, lo que a veces me hace sentirme escritor es la mirada. Ese caminar por el mundo como si este fuera una masa informe que quiero modelar. Todo lo que veo o me sucede es susceptible de convertirse en un microrrelato lo que me obliga a tener la antena siempre bien orientada. Y las historias aparecen de las formas más peregrinas, casi siempre en base a combinaciones: un recuerdo con una frase, o una imagen con una lectura recién realizada, una canción con un olor. En mi caso trabajo con la idea en la cabeza durante un tiempo. Escribo notas para que no se me escapen esas ocurrencias que a uno le vienen en el lugar más peregrino, pero el trabajo lo hago en la cabeza, le voy dando vueltas. Y cuando creo que sé lo que quiero escribir me pongo a ello. Es curioso porque durante el proceso de escritura voy modificando muchas cosas, detalles y no tanto, que en ocasiones hacen que la historia que tenía en la cabeza cambie mucho. Y por fin lo someto a unas cuantas sesiones de lectura en voz alta y aquí me fío de mi oído y mi intuición. Muchas veces es aquí donde decido si me gusta más una persona que otra, pero la decisión es intuitiva más que racional.
FERNANDO MARTÍNEZLlevo vividos más de la mitad de los años de lluvia. y una de las cosas que más me está gustando es la voz narrativa que imprimes a tus relatos. Por alguna ignota razón, y ahí reside la magia, consigues combinar las palabras de tal forma que el resultado tiene musicalidad. Mucho de tus relatos transmiten -al menos a mí- un halo de tristeza que nunca es melodramática. ¿Te planteas buscar este efecto cuando escribes, independientemente de tu estado de ánimo en ese momento o es fruto directo de este? ¿Buscas ese efecto en el proceso de reescritura? ¿Cuanto tiempo te lleva escribir un microrrelato desde que salta la chispa hasta que lo das por bueno?
-Bueno, Fernando, vamos por partes. La musicalidad, si es que la tienen, viene del proceso de lectura en voz alta y se produce de un modo intuitivo, es una cuestión de oído. Hay una parte racional que me hace decidir si quiero que exista un ritmo u otro en función de lo que se cuenta y lo que se quiere expresar, que no siempre es lo mismo. Es cierto que se busca, creo que es importante para dotar a la pieza de una tensión que en un recorrido tan corto a veces es difícil de conseguir. En toda creación literaria en general, pero en el microrrelato en particular, la tensión ha de dar una sensación de unidad indisoluble que es muy difícil de conseguir. En cuanto a esta “tristeza” creo que he contestado en parte a tu pregunta un poco más arriba. Parece que mi voz literaria tiene una buena dosis de melancolía.
He observado que en muchos de los relatos utilizas el presente. ¿Por que?
-El uso del presente es intuitivo, creo que funciona muy bien en algunos microrrelatos, tal vez sea una de las características que lo diferencia del cuento literario en el que el pasado es el tiempo por definición en tanto el cuento narra algo que sucedió. Posíblemente es la misma brevedad del microrrelato la que hace que un microrrelato escrito en presente sea tan poderoso y el trasvase que se produce de escritor a lector, instantáneo. Ese “mira lo que me está pasando…”
¿Cómo nace la idea de reunir todos estos microrrelatos en un libro impreso? ¿Te llama el editor porque ha pasado por casualidad por tu blog y le ha gustado lo que escribes? ¿Te han empujado los comentarios de tus amigos y tus seguidores de la blogosfera a llamar a la puerta de diversas editoriales? ¿A cuantas? ¿Cuanto tiempo ha pasado desde que diste el primer paso hacia los años de lluvia? Quiero decir desde el momento en que decides que ha de estar publicado en papel?
-El “culpable” de que exista “Los años de lluvia” es Norberto Luis Romero, él siempre creyó en mis microrrelatos mucho más que yo y me animó a intentarlo. Nunca me había planteado publicar un libro, sin falsas modestias lo digo, ni se me había pasado por la cabeza. Y después tuve mucha suerte. Lo envié a Paréntesis porque me hablaron bien de su editor, Antonio Rivero, y aspiraba a poco más que una negativa argumentada. Al principio me dieron una respuesta tipo, explicándome lo que debía hacer para enviar un original, una serie de datos, explicar el género de la obra, de qué iba, ese tipo de cosas. Confieso que no iba a mandarlo, ni sabía cómo responder a muchas de las preguntas que me planteaban. Pero unos días después me escribió Antonio para pedirme que le mandara el original. No sé por qué. Tal vez había pasado por el blog, o alguien le había hablado de mí. Tres meses más tarde me daba el visto bueno y yo ni me lo creía, casi ni podía decírselo a Ane por teléfono. Me había tocado la lotería habiendo comprado un solo número.
Hace unos mese decidiste dejar de publicar en el blog, al menos de forma tan asidua cómo antes. ¿Fue motivación personal o imposición de la editorial?
-No ha habido ninguna intromisión editorial en mi blog. He dejado de publicar en el blog por un tema de sensaciones, aunque el blog sigue funcionando y quién sabe.
En la presentación de Barcelona, Ginés dijo -yo llegue tarde pero me la han contado de pe a pa- que en sus clases y charlas sobre el microrrelato siempre dice que en un microrrelato no es necesario dar nombre a los personajes, sin embargo tú sueles hacerlo. ¿Por qué?
-Lo de los nombres es una cuestión de gusto. Prefiero decir Marta que la esposa, o el padre Julián que el cura. Por otro lado, creo que un nombre bien elegido, hay escritores que lo hacen de fábula, puede aportar muchos datos en un género en el que no hay espacio para muchas explicaciones.
IVÁN TERUEL: Uno de los aspectos que creo que merece destacar de Los años de lluvia es la variedad de registros que se manejan. Destacaría dos grandes grupos: uno en el que se incluirían piezas como "Versiones" (quizás su ejemplo más paradigmático), "Esperanza", "Tradiciones", "Visita" o "Escalofrío", que exploran a través del narrador en primera persona y un estilo más conversacional algunas de las muchas aristas que caracterizan la complejidad de las relaciones personales; el otro bloque lo conformarían microrrelatos como "El goteo de los años de lluvia", "El montaje de Gloria", "Destino" o "Desasidas", composiciones de poderosa carga plástica, de aliento lírico, de una mayor complejidad estructural, de una mayor densidad significativa, diría. Dicho esto, me gustaría preguntarte, por un lado, con cuál de esos dos registros te sientes más cómodo; y, por el otro, si, al tratarse de estilos sustancialmente diferentes, sientes la necesidad de alternarlos o el paso de uno a otro se produce de forma inconsciente. Muchas gracias, amigo.  
-Como dices, Iván, creo que hay una necesidad inconsciente de alternar entre estos dos grupos que citas con acierto, y espero poder hacerlo con un número mayor de “tipos” con el paso del tiempo. Supongo que hay un grupo de microrrelatos más de sentimientos, de sensaciones, y otro más de ideas, más cerebral. Una de las características que hacen del microrrelato un género apasionante es lo que se presta a la experimentación, a la búsqueda. Uno de sus riesgos es caer en lugares comunes. Creo que es todo un reto conseguir decir algo de un modo distinto, algo no dicho todavía o no de la forma que lo hace uno mismo cuando se enfrenta al papel en blanco. Es difícil, y probablemente sólo en un puñado de los que integran “Los años de lluvia” lo he conseguido. Pero la satisfacción cuando crees que lo has logrado es extraordinaria. Por otro lado, solo como entrenamiento parece justificable escribir lo que ya han escrito otros. Por eso es tan necesaria la lectura de literatura de toda clase. A veces puede derivar en una sensación de castración, quién no ha tenido la sensación de que todo está dicho y nada queda por aportar. Sin embargo esta misma limitación a veces juega como un arma poderosa a favor de la creatividad.
GABRIEL DE BIURRUN: Jesus, a veces me atrevo a pensar que la brevedad y la concisión de un microrrelato, en comparación con otros formatos, favorecen más el elogio de la forma que del fondo. ¿Crees que pueden construirse microrrelatos memorables cuyo fondo no sea algo que cale tan hondo? ¿En la lectura de un micro, se disfruta más el viaje que el paisaje final? ¿Funciona esto mejor en un micro que en otro formato?
-La pregunta se las trae, Gabriel. Creo en el equilibrio entre fondo y forma, de poco vale la pirotecnia técnica si no hay algo que nos conmueva en el texto. Sin embargo sí creo que la mayor dificultad del microrrelato estriba en cómo contar lo que tienes en mente. A mis textos, por ejemplo, los suelo someter a un test: si puedo contarlo oralmente sin que el texto escrito se resienta demasiado, debo buscar una forma distinta de contarlo. Sin embargo, si la única forma de narrar lo que he escrito es reproducirlo palabra por palabra, estoy cerca. El problema está en que los temas son limitados y hay cosas que siempre funcionan por muchas veces que las hayamos leído. Una despedida siempre inspira tristeza; puedes pasar toda tu vida escribiendo sobre despedidas. Claro que si usas estereotipos como el pañuelo en la estación de tren, tal vez roces el ridículo. El mayor reto no es sobre qué escribir sino cómo hacerlo. Cortázar decía que se puede escribir sobre cualquier cosa. Quién fuera Cortázar, pero creo que tenía razón. Solo hay que encontrar el cómo.
MATTHEW: Me gustaría saber si también hay que ponerse fuera el chubasquero para leer el libro, o sólo es necesario dentro de casa.
(La pregunta la hace el personaje de Previsiones meteorológicas para un cangrejo)
-Me gustaría pensar, Matthew, que el libro empapa de dentro hacia fuera, me gustaría haber conseguido que alguno de los microrrelatos que lo integran se te quede dentro para siempre y te cambie de algún modo, aunque solo sea un poco. En ese sentido, puedes colocarte el chubasquero dentro y fuera pero en ambos lugares te será inútil (ojalá).
DOCTOR NATHAN WALCOT: Confiéselo amigo Esnaola, usted es un avanzado modelo de inteligencia artificial creativa, lo último en hiperreal apariencia humana, el diseño de mi rival Winston Cooper. El secreto mejor guardado, un androide escritor de microrrelatos que emocionan, inquietan, inducen a reflexión, a soñar, a sonreír. No lo niegue no, no me obligue a someterle al test de  Voigt-Kampff. Es usted un androide especializado, ¿no es así?
(La pregunta la realiza el doctor Nathan Walcot del microrrelato "Imagen y semejanza", página 47)
-Y si lo fuera, doctor Walcot, ¿podría ser yo mismo consciente de ello? ¿Podría decirse, siempre suponiendo que lo fuera, que mi intento de inspirar en los lectores todas esas sensaciones que usted cita fueran, en definitiva, palos de ciego en pos de una humanidad que mi naturaleza me niega? ¿Y si, al fin, consiguiera despertar todas esas emociones en mis lectores, qué me impediría creerme el único ser humano en un mundo de androides cuyas teclas he aprendido a tocar?
FEDERICO SANJUAN LATORRE: Como le comenté en su momento, en un mail que tuvo la amabilidad de contestarme evasivamente, me gustaron "Wendigo", "Las ratas del cementerio" y "El perseguidor", obras en las que hizo un buen uso de su ingenio. ¿Cómo diría que se ha trasladado o metamorfoseado su yo literario desde aquellas hasta "Los años de lluvia"?
(La pregunta la realiza el crítico literario de "Crítica", página 42)
-Veo, querido Federico, que está usted muy puesto en cuanto a mis lecturas favoritas. Desde luego, uno es deudor de sus lecturas, qué duda cabe, y Blackwood, Kuttner y Cortázar, los cuentos que cita en concreto, son de mis favoritos. En aquella época, en la que devoraba todo lo que tuviera que ver con el terror (Machen, Le Fanu, Lovecraft, Poe, William Hope Hodgson, M.R.James, Stoker) mi yo literario era lector y padecedor. Entonces mi escritura era más una catarsis que un intento creativo y está vinculado a una situación personal que no me gusta mucho recordar y que, poco a poco, me llevó a asociar de tal forma la escritura con el sufrimiento que acabé mandándolo todo a paseo. Mi yo literario actual sigue siendo lector, sobre todo, y he dado ese pasito adelante, envuelto en vanidad, que a uno le lleva a pensar que a alguien puede interesarle lo que escribo. Creo que de aquellos autores (de sus personajes) mantengo esa melancolía aunque me he liberado del tormento que a aquellos les hacía la vida insoportable.
BRAULIO (hijo): Me gustan tus micros autorreferenciales, los que aluden al proceso de la escritura: "Self Service", "Reclamación", y los que requieren autodisección, como "La tilde" o "Erase". ¿Surgieron espontáneamente o con la deliberada intención de abordar uno de los temas propios del microrrelato? (Lo mismo preguntaría sobre el tema mitológico.)
(La pregunta la realiza un personaje de "Papá", página 71)
-La metaliteratura, querido Braulio Jr., es uno de esos temas que no pueden faltar en un libro de microrrelatos, la interpelación directa de un personaje al autor adquiere una fuerza tremenda en el breve recorrido del microrrelato. Por otro lado facilita mucho contar una historia pero a la vez decir algo completamente diferente. Es el caso de “Reclamación”. En “Self service” quise criticar la forma casi automática en que producimos microrrelatos desde los blogs, no sé si con mucho acierto. En el caso de “Ambición” realicé un juego de palabras en el que el exceso de ambición acaba en la vacuidad más absoluta. Creo más en la humildad que en la ambición como punto de partida, de todo en general y de la creación en particular. Sin embargo creo que se me quedó en una idea ingeniosa que no sé si llega a trascender. En “La tilde” quise hablar de la importancia que tiene la precisión en el microrrelato y de cómo una simple tilde puede hacer de gozne que abra una pieza en dos direcciones distintas no siempre deseadas.
SHERLOCK: Me gustaría saber si alguna vez encontraremos Watson y yo la salida... 
-Definitivamente, Sherlock, no. No hay salida, aunque esta es mi interpretación, tan válida como cualquier otra. Sherlock y Watson estaban ya encerrados antes de que existiera el cadáver; incluso creo que el cadáver es solo una excusa imaginaria que se buscan para que su persistencia en la nada siga teniendo algún sentido.
-¿De qué va su próximo proyecto, señor Esnaola? 
-Mi próximo proyecto se llama “Ciudad, Olvido” y gira en torno a dos poblaciones, Ciudad y Olvido. Ciudad es una de nuestras grandes urbes de hoy en día, descarnada, conflictiva y podrida desde sus cimientos y Olvido es un pueblo, más cercano al realismo mágico. Pero todo es tan provisional todavía…

martes, 12 de junio de 2012

LA LUZ BLANCA

     Han pasado 1.277 días y tú has hecho vida normal. Es verdad que no te han dejado volver a cocinar bajo el pretexto de que tu espalda ya no está como para aguantar tres horas de pie haciendo la paella, pero al fin y al cabo te encuentras estupendamente. Sigues con tus partidas de bridge de los jueves. Y vas a buscar a Nico a la guardería, eso es lo mejor. En septiembre se te agarrotaban las manos; en octubre tenías palpitaciones. Sólo es ansiedad, dijo el médico. Cuando Nico sale del cole te salta al cuello y tú lo tensas como cuando eras joven, cuando ponías cuello de toro para hacer pesas y que las chicas te admirasen un poco. Porque si el niño quiere un abuelo de hierro pues lo va a tener. Luego te echa una carrera y tú vas detrás. Te cuesta algún que otro resoplido, pero estás en forma. 
     Han sido 1.277 días de felicidad inconsciente. Asi es la vida, ni se nota que pasa. Hoy tienes que cuidar a Nico en casa porque su madre saldrá tarde del trabajo. No es el mejor día para hacer de canguro porque esta mañana has sentido que se te nublaba la vista, pero qué caramba. El chico es estupendo. Es lo mejor que te ha pasado nunca. Lo disfrutas más que a tus hijos. Ahora tienes más tiempo y menos preocupaciones. Sólo la maldita ansiedad... Debe ser un recuerdo de tu vida activa, te censuras. Porque tú estás como un toro. Exceptuando, claro, el recorrido que lleva esa espina que se te clavó el día de la paella, escena insignificante. Te dolió el dedo unos días, pero luego creíste que se había curado. Qué ironía, fue todo lo contrario: la absorbiste. Tu torrente sanguíneo la fue empujando. Hay tantas oportunidades minúsculas y cotidianas de perder la vida... nadie podría impedir su viaje mortal hacia la diana de tu destino. Nadie sabrá que es ella quien acaba con el abuelo.
     Estás sentado frente a la tele con tu nieto. Presientes algo. El chico mira unos dibujos que tú no sigues. Respiras profundamente, como si quisieras disipar ese fantasma que te aprieta el pecho. Nico se levanta. Repentinamente se sienta en tu regazo. Empieza a acariciarte las mejillas y se queja de que raspan, abuelo, aféitate, y te masajea y te constriñe, y te aprieta las mejillas hasta que haces la O con la boca, y le dices que se esté quieto pero qué va. Él te achucha y te agobia y tú le ruegas y suplicas en vano, Nico para, y al final te dejas caer de espaldas sobre el sofá con el niño encima, te aplasta, y de puro absurdo y de tanto agobio sueltas una carcajada, sí, y él te besa y te hace cosquillas y al final te puede ese chico y lo bicho que es y tu carcajada suena grande y sonora, tan grande y tan sonora y repentina que tu corazón se expande, tu tórax se agita, tu sangre se mueve y la espina (¿qué espina?), quién sabe por qué, se extravía.





martes, 5 de junio de 2012

LA MUERTE DORMIDA




Un día llegó al palacio un dragón tan grande que atemorizó a toda la corte. Aunque los soldados y la guardia lucharon denodadamente contra la bestia, los cortesanos tuvieron que encerrarse tras los muros del castillo para salvaguardar la vida. Transcurridas varias semanas de asedio, el rey se abrigó en las sombras para escapar del castillo con la intención de acudir a su lejana colonia de Ritvania en busca de refuerzos. Entonces, la corte rogó al príncipe que acaudillara la defensa del palacio, pero el joven aludió a la conveniencia de sus nupcias reales, que asentaban una alianza internacional, y salió en busca de su futura protección. El castillo quedó en manos de la reina, que apaciguó a los cortesanos y les prometió que resistirían juntos el acoso de la bestia.
Paulatinamente fueron abandonando el palacio todos los caballeros, cada cual con motivos bien fundados. Cuando sólo quedó la reina y su dama de compañía, la soberana despidió a su amiga, dejó caer el puente levadizo y acató el triunfo de la bestia, que tomó todas las estancias del palacio. Todas menos la cámara imperial, donde se recluyó la reina.
Pasaron los años, cesaron los recuerdos, se asumió insensiblemente la pérdida de la soberana. Los zarzales escalaron los muros de palacio y lo cubrieron, dejándolo impracticable.
Un día, siendo ya viejos la reina y el dragón, la anciana dejó entreabierta la puerta de su dormitorio. El monstruo advirtió lo excepcional del gesto y accedió al único reducto que no le pertenecía. Sobre la almohada real se extendía la larga melena gris de su única adversaria. Estaba muy enferma. El brillo de la perla mágica que el dragón llevaba colgada al cuello hizo que la reina abriera lentamente los ojos; balbuceó:
 -Pasa, viejo amigo. Es el fin, y sólo tú serás  testigo de mi muerte. No habrá duelo en este mundo olvidado.
La bestia se inclinó sobre la única persona que merecía su respeto y, con extraña sumisión, rozó la frente de la soberana con la perla curativa, fuente de inmortalidad.
Sólo entonces vio, asomando entre las sábanas, la mano menuda, blanca y azul que sostenía el arma. 
 -Te ha costado mucho enfrentarte a la muerte –dijo la reina.
Los zarzales se desplomaron sobre el foso del palacio.

viernes, 1 de junio de 2012

Los viernes conversamos

   Un par de martes atrás me llamó la atención un comentario de Elena Casero. Decía:
Con la palabra "cartografía" me ocurre lo mismo que con "ultramarinos", que me hacen viajar con la imaginación.

   Con avariciosa lentitud estaba leyendo Discordancias desde hacía algunas semanas. Primero me puse a pensar en palabras que disparan mi fantasía:  solsticio, aldaba, selenita, vanagloria, abalorio, monzón... 

   Luego se me ocurrió que tenia que comprobar si Elena no acababa de darme una clave de lectura. Fui a Discordancias y he aquí lo que hallé:
     En Teoría del suicidio la palabra suicidio "lame" el cerebro del protagonista durante meses, y hasta parecen "crecerle tentáculos" al sustantivo
     En Tu melena negra una sensacional melena sin rostro subyuga al narrador y lo traslada de una realidad a otra
     Una noche en el páramo introduce una tríada semántica nada casual: páramo/erial/campo, que se encargadan de transportar la historia en volandas
     La bañera de La dueña del secreto concentra el peso de la riqueza en tiempos de estrecheces económicas; suntuosidad que no abrirá a la suicida el camino del cielo
     Robar es el desencadenante de la acción en Recuerdos a Benedetti
     Isolina tiene en realidad un nombre impronunciable, así que el que utiliza en su profesión, Isolina, contiene toda la soledad y el aislamiento que alumbra al texto
    En Su mejor salto el protagonista provoca el conflicto al pronunciar la palabra record 
     La mancha tiene una protagonista cuya suciedad interior acaba proyectándose en una mancha real en el exterior
   
     En conclusión, creo que en muchos de los escritos de Elena la palabra vehicula la acción, una acción que se debate entre el mundo real y el ficticio, por los que transitan, a caballo de alguna palabra fetiche, los protagonistas...

   ¿Sentís que algunas palabras actúan como detonante de vuestras historias? ¿Qué vocablos han tenido ese poder? ¿Cuáles os parecen especialmente sugerentes? Hace muchos años tuve la suerte de asistir a las clases de Rosa Navarro. Recuerdo una de sus genialidades comentando la carga semántica de las palabras: "sífilis tiene nombre de mariposa"... imposible volver a ver en ella a una vergonzosa enfermedad. El poder seductor de esta palabra me apartó de su referente real.